Robert Kennedy
"Una Ola de Esperanza"
Extracto del Discurso pronunciado en Sudafrica el 6 de Junio de 1966
"Pocos cambiarán por si mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de los acontecimientos, y la suma de todos estos actos será la historia que escriba esta generación"
"En primer lugar está el peligro de la apatía: la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer en contra los múltiples males que azotan el mundo. Contra la miseria, contra la ignorancia, la injusticia o la violencia. Sin embargo, muchos de los grandes avances del mundo, de pensamiento y de acción, han salido de la labor de un solo hombre. Un joven monje impulsó la Reforma protestante, un joven general extendió un imperio desde Macedonia hasta los confines de la tierra; y una joven reclamó el territorio de Francia. Fue un joven explorador italiano quien descubrió el Nuevo Mundo. Y a sus treinta y dos años de edad, Thomas Jefferson proclamó “que todos los hombres son creados iguales”. Arquímedes dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».
Estos hombres cambiaron el mundo, y todos nosotros podemos también. Pocos cambiarán por si mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de los acontecimientos, y la suma de todos estos actos será la historia que escriba esta generación.
Miles de voluntarios de los Cuerpos de Paz están marcando la diferencia en aldeas aisladas y en barriadas de decenas de países. Miles de hombres y mujeres desconocidos resistieron en Europa la ocupación nazi, y muchos murieron, pero todos contribuyeron hasta el final a la causa de la libertad en sus países.
Es en base a innumerables actos de valentía y esperanza como la historia humana queda escrita. Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a otros, o sed rebela ante injusticia, está generando una pequeña ola de esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando intensidad forman un tsunami capaz de derrumbar los más poderosos muros de resistencia y opresión.
«Si Atenas te parece grande», dijo Pericles, «considera entonces que sus glorias fueron alcanzadas por hombres valientes, y por hombres que aprendieron sus deberes». Ésa es la fuente de toda grandeza en todas las sociedades, y es la clave para el progreso en nuestro tiempo.
El segundo peligro es el del interés personal de quienes dicen que las esperanzas y las creencias deben ceder ante las necesidades inmediatas. Naturalmente, si queremos actuar de forma eficaz, debemos tratar con el mundo tal y como es; tenemos que hacer las cosas. Pero si hay algo por lo que el presidente Kennedy luchó, y que tocó en lo más profundo el sentimiento de los jóvenes de todo el mundo, fue su fe en que el idealismo, las grandes aspiraciones y las profundas convicciones no son incompatibles con la forma más práctica y eficiente de los programas, su fe en que no hay ninguna incompatibilidad fundamental entre los ideales y las posibilidades reales, su fe en que no hay división entre los más profundos deseos del corazón y la mente, y la aplicación racional del esfuerzo humano para resolver los problemas de la humanidad. No es realista ni práctico resolver problemas tomando medidas que no estén guiadas por objetivos y valores morales, a pesar de que todos conozcamos a alguien que afirma que sí es posible. A mi juicio, se trata de una locura irreflexiva, porque no se tienen en cuenta las realidades de la fe, la pasión y las creencias, fuerzas estas que en última instancia son más poderosas que todos los cálculos de nuestros economistas o nuestros generales. Por supuesto, para adherirse a las normas y al idealismo, y para hacer frente a los peligros inmediatos, se requiere un gran valor y una gran confianza. Pero también sabemos que sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho."
"En primer lugar está el peligro de la apatía: la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer en contra los múltiples males que azotan el mundo. Contra la miseria, contra la ignorancia, la injusticia o la violencia. Sin embargo, muchos de los grandes avances del mundo, de pensamiento y de acción, han salido de la labor de un solo hombre. Un joven monje impulsó la Reforma protestante, un joven general extendió un imperio desde Macedonia hasta los confines de la tierra; y una joven reclamó el territorio de Francia. Fue un joven explorador italiano quien descubrió el Nuevo Mundo. Y a sus treinta y dos años de edad, Thomas Jefferson proclamó “que todos los hombres son creados iguales”. Arquímedes dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».
Estos hombres cambiaron el mundo, y todos nosotros podemos también. Pocos cambiarán por si mismos el rumbo de la historia, pero cada uno de nosotros podemos esforzarnos en cambiar una pequeña parte de los acontecimientos, y la suma de todos estos actos será la historia que escriba esta generación.
Miles de voluntarios de los Cuerpos de Paz están marcando la diferencia en aldeas aisladas y en barriadas de decenas de países. Miles de hombres y mujeres desconocidos resistieron en Europa la ocupación nazi, y muchos murieron, pero todos contribuyeron hasta el final a la causa de la libertad en sus países.
Es en base a innumerables actos de valentía y esperanza como la historia humana queda escrita. Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a otros, o sed rebela ante injusticia, está generando una pequeña ola de esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando intensidad forman un tsunami capaz de derrumbar los más poderosos muros de resistencia y opresión.
«Si Atenas te parece grande», dijo Pericles, «considera entonces que sus glorias fueron alcanzadas por hombres valientes, y por hombres que aprendieron sus deberes». Ésa es la fuente de toda grandeza en todas las sociedades, y es la clave para el progreso en nuestro tiempo.
El segundo peligro es el del interés personal de quienes dicen que las esperanzas y las creencias deben ceder ante las necesidades inmediatas. Naturalmente, si queremos actuar de forma eficaz, debemos tratar con el mundo tal y como es; tenemos que hacer las cosas. Pero si hay algo por lo que el presidente Kennedy luchó, y que tocó en lo más profundo el sentimiento de los jóvenes de todo el mundo, fue su fe en que el idealismo, las grandes aspiraciones y las profundas convicciones no son incompatibles con la forma más práctica y eficiente de los programas, su fe en que no hay ninguna incompatibilidad fundamental entre los ideales y las posibilidades reales, su fe en que no hay división entre los más profundos deseos del corazón y la mente, y la aplicación racional del esfuerzo humano para resolver los problemas de la humanidad. No es realista ni práctico resolver problemas tomando medidas que no estén guiadas por objetivos y valores morales, a pesar de que todos conozcamos a alguien que afirma que sí es posible. A mi juicio, se trata de una locura irreflexiva, porque no se tienen en cuenta las realidades de la fe, la pasión y las creencias, fuerzas estas que en última instancia son más poderosas que todos los cálculos de nuestros economistas o nuestros generales. Por supuesto, para adherirse a las normas y al idealismo, y para hacer frente a los peligros inmediatos, se requiere un gran valor y una gran confianza. Pero también sabemos que sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden lograr mucho."
La gente tiene el gobierno que se merece.
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